La capacitación es ese elemento “intangible” que eventualmente puede hacer una gran diferencia.
Lo que se “entrega” en un curso, puede verse y entenderse de diferentes formas. Puede ser en gran parte el conocimiento que el instructor tiene del tema, pero hay otros elementos importantes, como el contenido de las presentaciones, el aporte práctico que se realiza durante los ejercicios, las demostraciones, las notas o lecturas complementarias que acompañan el material, las preguntas de los participantes y sus respectivas respuestas, etc.
En mi opinión, el autor (o los autores) desde que elaboran inicialmente el material propio de un curso define en alguna medida su estructura básica, y cada uno de los componentes ya mencionados puede aportar otro poco.
En la capacitación en tecnología, un curso puede ser una puerta para que los participantes tengan un grado mayor de contacto con los productos, así como un enfoque mas claro de los términos y conceptos importantes. Es una oportunidad de interactuar con los productos sin la responsabilidad de un ambiente operativo con los clientes y usuarios de un entorno productivo, o en algunos casos para tener una retroalimentación directa o indirecta del fabricante de los productos, o las recomendaciones de un grupo de expertos representado en este caso como el propio instructor.
En ultimas, adquirir un nivel de conocimiento mas o menos similar al que puede transmitir un buen curso, es algo que tal vez se puede hacer en forma autodidacta sin necesidad de incurrir en gastos, sin realizar contrataciones, sin separar a los funcionarios de su trabajo, sin embargo debemos tener en cuenta que tal vez la mejor forma de aprovechar al máximo una herramienta, es posiblemente aprender a usarla de forma correcta desde el principio y que un buen curso puede acelerar significativamente y hacer mas oportuno y fluido el proceso de aprendizaje. Este es el valor que brinda una capacitación formal y estucturada.
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